domingo, 27 de enero de 2013

El niño y la LECTURA ..


El niño y la lectura

La lectura tiene una gran importancia en el proceso de desarrollo y maduración de los niños. Desde hace unos años se está notando un creciente interés de los padres por la lectura de sus hijos, quizá porque saben la relación que existe entre lectura y rendimiento escolar. La actividad lectora además de mejorar el rendimiento escolar de los niños proporciona infinidad de bienes como son:


  • Ayuda al desarrollo y perfeccionamiento del lenguaje;
  • Mejora las relaciones humanas, enriqueciendo los contactos personales;
  • Facilita la expresión del pensamiento y posibilita la capacidad de pensar;
  • Es una herramienta extraordinaria de trabajo intelectual;
  • Aumenta el bagaje cultural, proporcionando información y conocimiento;
  • Amplía los horizontes del individuo;
  • Estimula y satisface la curiosidad intelectual y científica;
  • Despierta aficiones e intereses;
  • Desarrolla la capacidad de juicio, de análisis y de espíritu crítico;
  • Fomenta el esfuerzo, pues exige una colaboración de la voluntad; potencia la capacidad de observación, de atención y de concentración;
  • Facilita la recreación de la fantasía y el desarrollo de la creatividad.
  • Las lecturas nos cambian igual que las buenas o malas compañías;
  • Favorecen el desarrollo de las virtudes morales siempre que los libros se seleccionen adecuadamente;
  • Nos hacen más libres;
  • Potencian la formación estética y educan la sensibilidad y son un medio de entretenimiento y distracción, siendo fuente de disfrute y de felicidad.




Para que la lectura sea todas estas cosas y muchas más, debe integrarse en nuestra cotidianidad como una experiencia, como un acontecimiento.


Reconocer que leer es un proceso complejo es el primer paso para aceptar que no sólo debemos reaccionar ante lo leído sino que incluso antes de leer debemos saber qué utilidad inmediata o placer se derivará de dicha práctica. Para ello es necesario propiciar una experiencia lectora que cuide aspectos físicos tales como situarse en un ambiente grato, tener una luz adecuada o leer con calma. Además el silencio, el aislamiento, la comodidad, y por supuesto, el abandono momentáneo de cualquier otra actividad, se añaden por descontado al momento lector.


Un lector se forma con la práctica a través de una serie de aprendizajes y encuentros, aceptando orientación y templando el hábito. Por ello si queremos ayudar a los niños y niñas a configurar un hábito lector, no debemos caer en un optimismo infructuoso. Hay que conseguir que la lectura sea una actividad deseada, voluntariamente elegida, algo que guste hacer y que se haga cuando no hay obligación de hacerlo.


En el aula los niños aprenden a leer y perfeccionan la mecánica de la lectura trabajando la comprensión, la velocidad lectora, el vocabulario, la ortografía… Pero para ser lector y despertar afición no basta con que el niño sepa leer sino que es necesario que experimente el goce de leer y esto no es posible sin la colaboración de la familia.


El hábito lector es uno de los importantes bienes que la familia ha de transmitir a los hijos. Los padres han de ser conscientes de la importancia de formar “buenos lectores” y esforzarse en conseguirlo, creando un ambiente propicio para convertir esta actividad en algo habitual, libre, deseado y placentero.


Los niños y niñas criados en un ambiente familiar donde la lectura es algo ordinario y natural, tienen mayor facilidad para amar los libros, para sentir los libros cercanos a ellos. En una casa en la que el niño crece rodeado de libros, viendo como sus padres y hermanos leen habitualmente, visitan las librerías y las bibliotecas, y traen libros nuevos al hogar, hay muchas posibilidades de éxito en la formación del hábito lector.


Los buenos lectores y los lectores precoces provienen, en su mayoría, de hogares donde los padres valoran la lectura y la fomentan en sus hijos. Los primeros años de vida del niño deberán de ser aprovechados para poner la base de lo que más tarde será la afición lectora y el gusto por lo literario. Es a padres, maestros y maestras a quienes concierne esta tarea de “poner la base”, hasta que la lectura llegue a ser una actividad deseada y libremente elegida.


Hay que tener en cuenta que leer es un ejercicio intelectual arduo, que exige un gran esfuerzo especialmente a algunos niños. Hay niños que llegarán a ser magníficos lectores por sí mismos, por sus cualidades, su entorno, sus intereses…; pero otros, necesitan estímulos, orientaciones. No es solo un asunto relacionado con la capacidad intelectual. La capacidad lectora se desarrolla con los hábitos que afectan a la afectividad, a la sensibilidad estética y a la interiorización.


Serán los padres quienes proporcionarán este acercamiento “afectivo e intelectual” de sus hijos a los libros. Este acercamiento se hará sin alejar al niño o niña de otros medios de diversión y aprendizajes que le divierten.


El amor de los libros ha de tener un sitio en su vida, pero no debe ser exclusivo ni excluyente de otros. No es bueno quitar, o dar fin, a una ocupación que resulta placentera para ponerles a leer. Si lo hacemos así, identificarán la lectura con lo fastidioso o ingrato.





Algunas acciones que alejarán a los niños y niñas de la lectura y que por tanto se den evitar son:



  • Obligar a leer.
  • Utilizar la lectura como castigo.
  • Recordar constantemente lo bueno que es leer.
  • Decir: en mi época se leía más y mejor.
  • Echarles en cara que no leen o leen poco.
  • Mandarles a leer un libro que nos guste a nosotros, pero nada a ellos.
  • Relacionar siempre los libros con las tareas escolares.
  • Exigirles que terminen el libro comenzado.
  • Proponer la lectura de libros como una actividad preferible a la televisión.
  • Proponerles leer libros sin tener en cuentas sus intereses, sin una previa selección.
  • Es conveniente que la familia y la escuela trabajen cooperativamente, evitando interferencias negativas que solo perjudican a los niños.


La familia, como ya se ha dicho, tiene una importancia capital en la adquisición del hábito lector. Para ello es importante que se dedique tiempo a compartir con los hijos mediante conversaciones relajadas, lúdicas y divertidas, un libro y con él, la palabra oral. Escucharlos, prestarles atención en sus opiniones, hablar con ellos sobre lo que ven y escuchan, leerles cada día aunque sea un cuento corto, invitarles a que elijan un libro, un cuento o un poema, favorecer actividades de expresión e incluso informarnos de lo que ven en la televisión, son acciones más que aconsejables en el proceso de animación a la lectura.


Aunque lo idóneo para desarrollar un buen hábito lector es que los niños procedan de ambientes socioculturales familiares donde los libros y la lectura estén valorados y formen parte de sus vidas, también se pueden conseguir lectores muy satisfactorios si las circunstancias son totalmente contrarias:



  • Creando el ambiente oportuno, es decir, despertando sensibilidades;
  • Proporcionando lecturas adecuadas;
  • Respetando la libertad de cada uno, sugiriendo más que imponiendo;
  • Estimulando el hábito, o sea, que si termina un libro, procuremos que pida otro.
  • Una vez desarrollado el hábito lector es importante ayudar a los niños a hacer una adecuada elección de los libros que van a leer.
  • Cuando es el niño el que elige los libros que va a leer, lo hace en la mayoría de las ocasiones de forma intuitiva y, aunque esto posee un indudable valor, la ayuda de padres, maestros o bibliotecarios a la hora de seleccionar un libro es muy importante, ya que una intervención mediadora con conocimiento de causa aporta soluciones ante las dudas y facilita en lo posible la decisión ante la elección de la lectura adecuada.
  • La comprobación de que la elección ha sido correcta se concretará cuando el libro guste al lector, por lo que terminará leyéndolo y disfrutando de su lectura.


A la hora de seleccionar lecturas hay que tener en cuenta los gustos del lector, sus características psicológicas y sociales y, por supuesto, tener muy presente su nivel de lectura y comprensión lectora.


Del libro hemos de conocer no solo lo observable en cuanto a edición, tipografía, número de páginas, tipo de ilustraciones… sino que también se debe conocer el tema del que trata, el tipo de vocabulario y el nivel de dificultad, entre otros aspectos.


La labor de padres y docentes como mediadores en la selección de lecturas consistirá en poner en contacto con el lector los libros que se consideren adecuados para él, entendiendo que la última palabra la tiene el lector.





Para finalizar se presentan algunos de los intereses lectores y características de los libros para las diferentes edades:


De 0 a 2 años

Historias con temas familiares y conocidos (la casa y el mundo animal). Composiciones del Cancionero infantil (nanas, canciones y juegos mímicos).
Expresión muy sencilla, con pocos contenidos y con unión de expresión verbal y gestual (repeticiones, rimas…).
Ilustraciones a toda página y a todo color. Formato y letra muy grande.
De 3 a 6 años
Historias familiares al mundo que rodea al niño. Fabularios y cuentos breves, que contengan anécdotas cotidianas.
Sencillez expresiva y sucesión de hechos.
Gran formato, muchas ilustraciones, breve texto y letra grande.
De 7 a 8 años
Cuentos maravillosos, leyendas extraordinarias, fabularios e historias divertidas.
Brevedad, exposición clara, desenlace rápido, mucha acción y con argumento.
Letra grande y clara. Refuerzo del texto con un 25%, como mínimo, de ilustraciones.
De 9 a 11 años
Aventuras reales y fantásticas, biografías, hagiografías sencillas, humor, deportes y vidas animales.
Acción dinámica, ausencia de moralejas, con diálogos y caracterización de los personajes, descripciones rápidas, sintaxis breve y sencilla.
Ilustraciones fieles al texto, tipografía ya normalizada, formato convencional, libros de 120 páginas más o menos.
De 12 a 14 años
Libros reales, actuales, históricos, de humor y deportes que cuenten buenas historias, creativas y capaces de provocar sorpresa. Biografías documentadas.
Argumento desarrollado, exposiciones detalladas y descripciones extensas. Se deben evitar cambios bruscos de tiempo. Las historias deben dar respuesta a los problemas planteados.
Extensión variable, presentación atractiva, pueden llevar o no ilustraciones.
A partir de 15 años
Todo tipo de lecturas, sin discriminación por sus temas.
La lectura literaria y el diseño serán similares a los de las lecturas de los adultos, es decir, sin limitaciones previas.


BIBLIOGRAFÍA:

Lomas Pastor, C. (2002) “Cómo hacer hijos lectores”. Madrid. Ediciones Palabra, S.A.
Borda Crespo, M. I. (2006) “Cómo iniciar a la lectura”. Málaga. Editorial Arguval.
Cerrillo, P. C; Larrañaga, E y Yubero, S. (2002) “Libros, Lectores y Mediadores: la formación de los hábitos lectores como proceso de aprendizaje”. Ediciones de la Universidad de Castilla- La Mancha.



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